Enormes dibujos celestiales, sobre un manto de espesa “nada”, que de pronto comienza a desteñirlos el Oriente. Perdiéndose éstos para en algún momento, como el fénix, renacer. Momentos efímeros de la vida, a veces ignorados, que hacen ver lo insignificantes que somos. Una fuerte luz, que oculta lo infinito y da vida a lo pequeño, nos muestra lo terrenal; volvemos a sentir que existimos y que podemos cambiar el mundo.
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